Por Enrique García-Mansilla
El pasado viernes ocurrieron dos hechos altamente significativos en el panorama político nacional; uno la reunión de algunos opositores con el Vicepresidente Cobos para determinar la estrategia que se seguirá a raíz de la aprobación de la Lay de Medios Audiovisuales (Radiodifusión) que está siendo tratado con un sistema que se ha denominado “Express”; los otros, la inusitada e inexplicable intimidación a Clarín, sus empresas asociadas y sus ejecutivos, con un operativo cuasi militar, al mejor estilo comando que solemos ver en las películas de ficción, también fue objeto de operativos similares las empresas del diputado De Narváez.
Lo sorprendente de este operativo fue que, el titular de la AFIP negara su conocimiento y, hasta se permitiera enviarle al grupo Clarín disculpas por el hecho y consecuentemente dos “perejiles” fueran responsabilizados por el hecho. Resulto poco menos que inverosímil que un procedimiento de esta naturaleza se haya llevado a cabo sin órdenes superiores, ya que el impacto nacional e internacional no fue menor e hizo mucho daño al prestigio y libertad de prensa en el país.
Como mencioné en artículos anteriores, le ley de medios se aprobará, los opositores se comprometieron a revisarla después del 10 de diciembre y modificar aquellos artículos que entran en la zona oscura de la realidad K, publicidad oficial, tecnología, órgano de aplicación, reparto de la torta de medios, ingreso de las telefónicas, etc. y es aquí donde me entra una preocupación y no quiero ser ni pesimista ni pájaro de mal agüero, pero si nos basamos en el antecedente, deberíamos reflexionar.
El vedetismo en política ha sido y es muy fuerte, Carrió se siente la “líder de la oposición”, los peronistas opositores y el Pro, los causantes de la derrota de Kirchner el pasado 28 de junio; me preocupa que esta diáspora de la oposición y la ya intentona de lanzar nombres para la futura campaña presidencial juegue en contra del dialogo, el acuerdo y el consenso.
Creo, y espero equivocarme, que Carrió, que es obvio que se quiere cortar sola, prohibiendo a sus diputados compartir espacios en conjunto con la oposición, que cada vez que puede manifiesta su “amor” por la diputada electa Michetti pero no ahorra calificativos para cuestionar a Macri, que sostiene que los peronistas disidentes se terminaran juntando con los K, me hacen dudar sobre la posibilidad que en el futuro, sin que los K tengan mayorías automáticas, empiecen a aflorar en qué lugar del escenario y con qué plumas han de vestirse los vedetistas políticos. En este interinato, no querido, es muy importante ver a los opositores dialogando y acordando, y no es necesariamente el recinto del Congreso el único lugar para alcanzar estos consensos.
No sería la primera vez que estos hechos ocurren, ya que no hace falta en ir muy atrás en la historia para encontrar ejemplos que dan verosimilitud a mis preocupaciones.
¿Cuántas veces hemos dejado de lado acuerdos en beneficio de las aspiraciones personalistas de los dirigentes?, ¿cuántas veces hemos advertido desde estas columnas que se deberían efectuar acuerdos públicos básicos, referidos a los temas más candentes de la realidad actual?, no obstante ello todos manifiestan de igual forma las mismas inquietudes, los acuerdos no son sobre personas o el futuro que cada quien aspire para su carrera política, los acuerdos son sobre aspectos específicos y concretos de cómo se han de conformar leyes que afectan a órganos del Estado o de otros poderes para que exista, más transparencia y menos corrupción, mayor estabilidad de los jueces, mejor composición de la recaudación impositiva y su coparticipación, como hacer que el federalismo no sea una mera ficción sino una realidad tangible y no la fábrica de pobres que terminan apilados en el conurbano bonaerense.
Por lo tanto, así como estamos atentos a los desatinos y barbaridades de los que nos gobiernas, no nos distraigamos de la actitud que ha de asumir la oposición cuando tenga que ejercer su derecho de sancionar leyes que le den a la Republica más previsibilidad y le devuelvan a la política su rol de servicio a la sociedad y, no como ahora que es un instrumento para que los que acceden al poder usufructúen de las prerrogativas que los cargos otorgan.
Es por ello que resulta tremendamente peligroso darle a la oposición hoy un beneficio de la duda o quedarnos tranquilos de que a partir del 10 de diciembre la argentina va a cambiar.
No permitamos que, la diáspora opositora o las reacciones histéricas de los políticos no lleven más aceleradamente al chavismo, en el que nos estamos metiendo, lenta pero inexorablemente. Porque si es así, el que terminó ganando es el Kirchnerismo.
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