Por Enrique García-Mansilla
Este fallo, emitido a raíz de un caso concreto de tres jóvenes portadores de tres “porros” de marihuana, ya fue replicado por la Cámara Federal Cordobesa que, siguiendo su doctrina liberó a un tenedor de algunos gramos de cocaína.
La importancia de este fallo nos pareció trascendente y es por ello que hemos dejado que pasen los días, que se manifiesten las diversas posturas para poder, desde este espacio de opinión manifestar la nuestra con absoluta franqueza y sin segundas intenciones, ni políticas ni sociales.
Reza nuestra Constitución Nacional: “Art. 19.- Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados…”.
Este precepto Constitucional –y no soy un experto- es quizás el fiel reflejo de las libertad individual de los ciudadanos de la Nación y tiene, a mi juicio dos componentes: (a) las acciones privadas que no ofendan el orden y la moral pública; y, (b) las coloca bajo el juicio de Dios y las sustrae de la autoridad de los magistrados. Por lo tanto tres entidades no menores intervienen en este artículo: orden, moral y el juicio de Dios.
Trataré a continuación de desarrollar estos tres elementos del artículo 19 de la Constitución Nacional bajo la óptica de un lego católico.
Primero, resulta altamente impropio por no decir imprudente que sea excluido de la ley aquel que consume drogas ilícitas o licitas, cuando las primeras están penadas ya sea en su fabricación como en su distribución, por lo tanto, ¿podemos despenalizar la compra de aquello que está penalizado?, por otra parte, la drogadicción en la intimidad, por lo nocivas de sus consecuencias, ¿no altera el orden y la moral pública?, con sus consecuencias en las conductas sociales como puede ser el descontrol en el manejo, la falta de percepción de tiempo y espacio, la necesidad de delinquir para poder acceder a la droga, a raíz de su elevado costo, ¿puede el adicto desembarazarse de su proveedor sin que ello le produzca consecuencias a su vida?
El adicto es un enfermo y como tal y según el grado de su adicción es un elemento dañino para la sociedad y, lo es también para la moral pública, por lo tanto en este aspecto, el fallo del alto tribunal es cuanto menos temerario.
En los mandamientos de la ley de Dios, se dice “no mataras”, esta afirmación no está referida solamente a no mataras a un tercero, también es un mensaje que dice no mataras a ti mismo y todos sabemos que las drogas a la corta matan, carcomen poco a poco el entendimiento y discernimiento, produciendo daños cerebrales y orgánicos reversibles, por lo tanto Dios, en su decálogo, hace ya varios milenios ha hablado y hablado firme.
La lectura que ha hecho la sociedad y, sobre todo la juventud ha sido “droga libre”, ya que la interpretación de la “intimidad” es bastante amplia en los actores sociales.
Los Obispos han sido terminantes en el cuestionamiento de este fallo y lo han hecho desde su posición de “maestros” y desde su posición de educadores a través de su fuerte involucramiento en la educación de los jóvenes, sin importar posición social y económica.
Dicho esto, ¿son los drogadictos delincuentes a los que hay que enviar a la cárcel o enfermos que hay que tratar y curar del sus malos hábitos consumistas?
Un hilo muy fino separa el concepto de enfermo y delincuente en esta materia, ya que la experiencia mundial es cierto que demuestra que la penalización del consumo, ni lo ha bajado ni lo ha controlado, por el contrario, no ha sido exitosa en ninguna parte del mundo, es más, muchos países que se encontraban libre de droga, al menos en estadísticas importantes, no han tenido éxito y, la droga ha finalizado penetrando y enfermando.
Cuando los católicos hablamos de la creación del hombre, decimos que Dios lo hizo a su imagen y semejanza y que le dio inteligencia y racionalidad, es más aun, dice el Génesis “soplo sobre él” dándole vida y con ella la misión de la continuación de la creación que él había iniciado, de allí el decálogo de las cosas de las que el hombre debía hacer y debía resguardarse.
El Estado, ¿educa a la sociedad a través de la prevención y la vigilancia a los potenciales adictos?, ¿posee el estado establecimientos “sanos y limpios” para albergar a estos individuos afectados por el consumo de drogas?, ¿conoce el estado cuales son los elementos para que un individuo caiga en este flagelo?, ¿los desalienta, los neutraliza, los previene?
No basta que la Corte en su dictamen haya hecho un llamado a los restantes poderes del Estado a legislar y aplicar leyes que castiguen seriamente la fabricación, distribución y venta de drogas, es la sociedad que debe a través de los canales naturales presionar para que instituciones como la familia, sean los verdaderos vehículos de prevención y contención de aquellos que la conforman para evitar que este flagelo penetre en su seno.
Para que haya familia deben existir los elementos que la preserven y la unifiquen: trabajo, educación, seguridad social, perspectivas de futuro, elementos superiores que neutralicen el consumismo y la mediaticidad de la sociedad que bajo formas subliminales se muestran por los medios masivos de comunicación, como la música, sus letras, la danza, y el mensaje del éxito efímero.
Valores, no habrá moral privada o pública si no hay una transmisión seria de valores que estén por sobre el lenguaje chabacano, el mensaje del tener más que el de ser, objetivos superiores que unifiquen a familia y sea ella la que empiece la tarea de forjar personalidades integras y mentes firmes.
Cuando el estado quiso imponer una educación sexual, de dudosa conformación, nadie lo detuvo avanzo por encima de cualquier valor y principio familiar, sin titubeos, ¿hará lo mismo con la droga?
¿Tienen los padres y madres lugares a donde recurrir para recibir la ayuda que reclaman para que sean ayudados en la rehabilitación o protección de los hijos?
En un país con altas tasas de desempleo e indigencia, sin perspectivas de futuro, con promesas electoralistas que no se concretan, con políticos corruptos e involucrados fuertemente en la droga, los medicamentos truchos, empresarios de boliches inescrupulosos que lucran con el alcohol protegidos por las fuerzas policiales y los preparados explosivos, ¿podemos afirmar con certeza que nuestra sociedad está siendo educada, contenida y protegida?
La mentira de arriba, la corrupción de arriba, el desparpajo de arriba, repercute en los conducidos, y bien digo conducidos porque solamente un pueblo educado puede ser gobernado.
Es de esperar que el Estado, deje de lado las rencillas del poder y se aboque con seriedad en generar políticas públicas consensuadas que les den a los ciudadanos y a las familias el respaldo y el soporte que necesitan para evitar que jóvenes generaciones no se pierdan tras el flagelo de la droga, el alcohol y la desesperanza.
No es con “futbol gratis”, con confiscaciones oscuras y estatizaciones histéricas, ni desde la confrontación y la crispación del poder como mejor hemos de resolver los problemas que nos aquejan, esos recursos podrían haber sido dirigidos a la consolidación del empleo, darles viviendas dignas a las familias para que el entorno familiar, primera célula de la sociedad sea el primer eslabón en la cadena de la moral y los valores nacionales.
Mientras tanto, drogas, alcohol y rock and Roll seguirán siendo los paradigmas que encubran a nuestra juventud y la marchiten.
1 comentario:
Enrique:
Si los trabajadores de Terrabusi no hubieran hecho los cortes, la empresa los hubiera pasado más por arriba que lo que sucedió hoy. Veo que la falta de respeto por las instituciones que llevan las empresas adelante no te preocupa. Y eso está mal.
Para que los derechos humanos y los humanos derechos convivan, esa parte también deberías señalarla.
Abrazo
Billiboy
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