miércoles, 2 de diciembre de 2009
Inseguridad, ¿de qué me hablan?
Para hablar de inseguridad debemos tener bien claro que es seguridad ya que este término contiene diversas acepciones y yo personalmente creo que estamos viviendo una inseguridad que violenta todas las acepciones del término.
Por Enrique García-Mansilla
El robo, el crimen violento y sin justificativo, el fusilamiento a ciudadanos por el simple hecho de transitar el espacio público en cualquier lugar y a cualquier hora del día o la noche es quizás el hecho de inseguridad más notorio y periodísticamente más atrayente porque implica la pérdida de vidas humanas y el desmembramiento de familias, ya sea cobrándose un hijo, un padre o un abuelo.
Esto crispa a la sociedad, que empieza a descreer no ya de la política y los políticos sino de la eficacia de los órganos del Estado que deben, por ser esa su misión, brindarnos protección hacer prevención y, eventualmente, actuar con todo rigor, repito, con todo rigor ante la banda de delincuentes que a diario mantienen en vilo a la población y sobre todo a muchas ciudades del conurbano bonaerense.
Lo he escrito antes y lo quiero reiterar ahora: Desde el advenimiento de la democracia en 1983 se ha ido degradando a las Fuerzas Armadas y de Seguridad como si ellas institucionalmente hubieran sido las responsables de la década oscura de los setenta, sea bajo el imperio democrático o durante la dictadura militar. Es así como se dictaron leyes, decretos y resoluciones que comenzaron a atar de manos a las fuerzas que, casualmente, nos deben proteger contra el delito, en una equivocada interpretación del Estado de Derecho, esta nueva visión, adornada con los lamentos de las organizaciones de Derechos Humanos, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, fue la idea triunfante post Proceso y de allí en más se castigó a estas fuerzas con presupuestos más bajos, formación más liviana en sus academias y, por supuesto, con la crítica y cuestionamiento a cada intento de reprimir la violación de los derechos de la mayoría a la que se plegó una gran parte del periodismo escrito, oral y televisivo que con un amarillismo dramático enfatizaban la brutalidad del accionar policial frente a cada hecho de violación de la ley, sea esta violación al derecho a la propiedad, robo, a la vida, asesinato, o a la libertad de tránsito, piquetes y cortes.
Es peor aún, desde el poder, se utilizo a estas fuerzas mas como protección de los delincuentes que como contención de la sociedad silenciosa que veía como sus ciudadanos caían como moscas ante la brabucona actitud de los delincuentes punibles o no, o se establecían los carteles de la droga con o sin la connivencia de los aparatos políticos del interior de la Provincia de Buenos Aires y otras de la República. Los ciudadanos dejándose llevar por esta denostación a las fuerzas, comenzaron a faltarles el respecto y el “yo hago lo que quiero” se instalo en la sociedad mostrando un desapego a la ley y el orden que hoy está pagando a un precio muy elevado, ya que se mal pagó a los integrantes de las fuerzas de seguridad, se los saco de las calles porque su presencia insultaba las libertades y poco a poco se los fue transformando de custodios del orden público en socios del crimen y del delito.
Hoy esa misma sociedad que los denostaba, ese mismo periodismo que los degradaba, clama por su intervención porque estén en las calles para que detengan, no importa como a estos delincuentes que roban, matan, secuestran y trafican.
Esta es la típica argentina pendular, o todos mudos y prolijitos o vale todo para todos. Así no ha ido, así nos va y así nos irá en el futuro.
Tenemos otra inseguridad, la jurídica, esta afecta las relaciones entre las personas, las personas y las empresas y las empresas entre si y lógicamente entre el conjunto social y el Estado. Esta inseguridad no es menos peligrosa que la anterior, porque lo que esta consigue es que no se consolide un empresariado local fuerte, que las empresas o se extranjericen o desaparezcan y con ello desaparece el empleo pues no hay inversión ya que la falta de reglas claras, estables y duraderas no permiten confiar en que ese proceso inversor se consolide y sea rentable y, desde la rentabilidad, se establezca el círculo virtuoso que dice: gano, reinvierto, diversifico y me agrando; muy por el contrario vaya a saber porque maniqueísmo estúpido el que tiene éxito es sospechado y su manifestación es deplorada por la mayoría que debería alentar a que muchos mas sean los exitosos porque son ellos los que invierten y dan trabajo y trabajo cada vez más sofisticado, por ende mas calificado.
Una combinación de los tres Poderes del Estado es responsable de este estado de cosas que por acción u omisión han sacado del mapa a nuestro país de los llamados países previsibles de la tierra y de allí que los capitales que aquí ingresan son los especulativos, los financieros y no aquellos que asumen el riesgo de la producción y el empleo.
La inseguridad laboral, aquella que toca la sensibilidad de millones de ciudadanos que o temen por sus empleos o ya lo han perdido y se hace muy difícil y traumática la reinserción laboral, al decir del matrimonio gobernante creció durante casi 5 años a tasas chinas, frente a esta magnitud de crecimiento nos deberíamos preguntar ¿nos hemos desarrollado o simplemente crecido? Yo creo que la respuesta es obvia ya que no hemos sabido o podido achicar la brecha entre los más ricos y los más pobres y se ha terminado pauperizando a la clase media.
Esto no es poca cosa ya que es casualmente esa clase media la que consume energía, gas, combustibles, automóviles, turismo, medicina prepaga, escuelas privadas, espectáculos públicos, que construye, que viaja, que paga impuestos, que usa servicios, etc.; mercado interno no es solo pan, leche, asado, yerba y fideos, eso en el pasado era lo que un peón de campo recibía de sus patronos, además de su salario, y se lo llamaba “los vicios”.
Cuando la argentina tenía una fuerte clase media también tenía una fuerte movilidad social ascendente ya que la educación, otro factor muy importante, era de excelencia, sea esta pública o privada y siempre desde que tengo memoria los maestros y profesores nunca fueron los agentes mejores pagos del país.
Otra modalidad de la inseguridad es la conducta y actitud de la clase política que no tiene límites éticos o morales con tal de alcanzar sus ambiciones personales y que, escondida tras la representación popular, es corrupta, se deja corromper y así se agranda la cadena del vicio, el delito y el gasto incontrolable que terminamos pagando los ciudadanos con mayores impuestos, los productores con mayores retenciones y el conjunto social con mayor inflación, esto es con mayor inmoralidad y falta de cultura del ahorro como fuente de protección para el porvenir o una nueva y mejor vida para los hijos.
Políticos corruptos e inescrupulosos, sindicalistas enquistados por años al frente de los sindicatos, empresarios desconfiados y varias veces estafados son una combinación letal para la pobreza, la indigencia y la marginación y cuando ya hemos llegado a ese estadio perdemos el sentido de futuro y buscamos en los placebos del vicio, la droga y el alcohol, el escondite a nuestra frustración y de allí al delito hay un solo paso.
Mayores entrenando a menores para que le hagan el trabajo sucio porque no van presos, chicos abandonados a su suerte, una fuerte pérdida de los valores de la familia que a diario destrozan los medios de comunicación con imagen de riqueza fácil, de sexo libre y música que subliminalmente inducen a la violencia y modifica los valores éticos de nuestra sociedad.
Esto cala profundo en todos los sectores sociales a lo que debemos sumarle los delirantes que pregonan su odio a la oligarquía sin saber que es y que, además, cosechan con su accionar más recursos que los propios oligarcas que denostan.
Nuestra sociedad está enferma, enferma de hastío, de mentiras, de dadivas que han hecho perder el valor del trabajo y con su pérdida se ha despojado de su dignidad y vendido a los planes trabajar, Argentina trabaja, madres y padres de familia y todos los modelos clientelares inventados o a inventar sin darse cuenta que en el fondo han vendido lo más preciado que tiene el hombre: su alma inmortal y su libertad.
No será ni a los tiros ni bajando la edad de la imputabilidad como volveremos a la seguridad sino con gobernantes probos que no hagan del show cotidiano una mentira constante ni de la promesa incumplida una norma de acercarse a la sociedad, sino desde la aplicación de la ley, la que está, la que tenemos y sobre todo desde el ejemplo, porque es en los lideres en que la sociedad se espeja sean estos políticos, sindicales, sociales o religiosos y si entre ellos pelean y se descalifican “nos devoran los de afuera”.
“La violencia de arriba, genera la violencia de abajo”; esta frase fue en el pasado lapidaria, esperemos que “la historia [no] vuelva a repetirse” como dice el tango, porque entonces, mis amigos, como dicen los jóvenes “estaremos en el horno”
http://www.politicaydesarrollo.com.ar/
http://egm-consultores.blogspot.com/
Por Enrique García-Mansilla
El robo, el crimen violento y sin justificativo, el fusilamiento a ciudadanos por el simple hecho de transitar el espacio público en cualquier lugar y a cualquier hora del día o la noche es quizás el hecho de inseguridad más notorio y periodísticamente más atrayente porque implica la pérdida de vidas humanas y el desmembramiento de familias, ya sea cobrándose un hijo, un padre o un abuelo.
Esto crispa a la sociedad, que empieza a descreer no ya de la política y los políticos sino de la eficacia de los órganos del Estado que deben, por ser esa su misión, brindarnos protección hacer prevención y, eventualmente, actuar con todo rigor, repito, con todo rigor ante la banda de delincuentes que a diario mantienen en vilo a la población y sobre todo a muchas ciudades del conurbano bonaerense.
Lo he escrito antes y lo quiero reiterar ahora: Desde el advenimiento de la democracia en 1983 se ha ido degradando a las Fuerzas Armadas y de Seguridad como si ellas institucionalmente hubieran sido las responsables de la década oscura de los setenta, sea bajo el imperio democrático o durante la dictadura militar. Es así como se dictaron leyes, decretos y resoluciones que comenzaron a atar de manos a las fuerzas que, casualmente, nos deben proteger contra el delito, en una equivocada interpretación del Estado de Derecho, esta nueva visión, adornada con los lamentos de las organizaciones de Derechos Humanos, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, fue la idea triunfante post Proceso y de allí en más se castigó a estas fuerzas con presupuestos más bajos, formación más liviana en sus academias y, por supuesto, con la crítica y cuestionamiento a cada intento de reprimir la violación de los derechos de la mayoría a la que se plegó una gran parte del periodismo escrito, oral y televisivo que con un amarillismo dramático enfatizaban la brutalidad del accionar policial frente a cada hecho de violación de la ley, sea esta violación al derecho a la propiedad, robo, a la vida, asesinato, o a la libertad de tránsito, piquetes y cortes.
Es peor aún, desde el poder, se utilizo a estas fuerzas mas como protección de los delincuentes que como contención de la sociedad silenciosa que veía como sus ciudadanos caían como moscas ante la brabucona actitud de los delincuentes punibles o no, o se establecían los carteles de la droga con o sin la connivencia de los aparatos políticos del interior de la Provincia de Buenos Aires y otras de la República. Los ciudadanos dejándose llevar por esta denostación a las fuerzas, comenzaron a faltarles el respecto y el “yo hago lo que quiero” se instalo en la sociedad mostrando un desapego a la ley y el orden que hoy está pagando a un precio muy elevado, ya que se mal pagó a los integrantes de las fuerzas de seguridad, se los saco de las calles porque su presencia insultaba las libertades y poco a poco se los fue transformando de custodios del orden público en socios del crimen y del delito.
Hoy esa misma sociedad que los denostaba, ese mismo periodismo que los degradaba, clama por su intervención porque estén en las calles para que detengan, no importa como a estos delincuentes que roban, matan, secuestran y trafican.
Esta es la típica argentina pendular, o todos mudos y prolijitos o vale todo para todos. Así no ha ido, así nos va y así nos irá en el futuro.
Tenemos otra inseguridad, la jurídica, esta afecta las relaciones entre las personas, las personas y las empresas y las empresas entre si y lógicamente entre el conjunto social y el Estado. Esta inseguridad no es menos peligrosa que la anterior, porque lo que esta consigue es que no se consolide un empresariado local fuerte, que las empresas o se extranjericen o desaparezcan y con ello desaparece el empleo pues no hay inversión ya que la falta de reglas claras, estables y duraderas no permiten confiar en que ese proceso inversor se consolide y sea rentable y, desde la rentabilidad, se establezca el círculo virtuoso que dice: gano, reinvierto, diversifico y me agrando; muy por el contrario vaya a saber porque maniqueísmo estúpido el que tiene éxito es sospechado y su manifestación es deplorada por la mayoría que debería alentar a que muchos mas sean los exitosos porque son ellos los que invierten y dan trabajo y trabajo cada vez más sofisticado, por ende mas calificado.
Una combinación de los tres Poderes del Estado es responsable de este estado de cosas que por acción u omisión han sacado del mapa a nuestro país de los llamados países previsibles de la tierra y de allí que los capitales que aquí ingresan son los especulativos, los financieros y no aquellos que asumen el riesgo de la producción y el empleo.
La inseguridad laboral, aquella que toca la sensibilidad de millones de ciudadanos que o temen por sus empleos o ya lo han perdido y se hace muy difícil y traumática la reinserción laboral, al decir del matrimonio gobernante creció durante casi 5 años a tasas chinas, frente a esta magnitud de crecimiento nos deberíamos preguntar ¿nos hemos desarrollado o simplemente crecido? Yo creo que la respuesta es obvia ya que no hemos sabido o podido achicar la brecha entre los más ricos y los más pobres y se ha terminado pauperizando a la clase media.
Esto no es poca cosa ya que es casualmente esa clase media la que consume energía, gas, combustibles, automóviles, turismo, medicina prepaga, escuelas privadas, espectáculos públicos, que construye, que viaja, que paga impuestos, que usa servicios, etc.; mercado interno no es solo pan, leche, asado, yerba y fideos, eso en el pasado era lo que un peón de campo recibía de sus patronos, además de su salario, y se lo llamaba “los vicios”.
Cuando la argentina tenía una fuerte clase media también tenía una fuerte movilidad social ascendente ya que la educación, otro factor muy importante, era de excelencia, sea esta pública o privada y siempre desde que tengo memoria los maestros y profesores nunca fueron los agentes mejores pagos del país.
Otra modalidad de la inseguridad es la conducta y actitud de la clase política que no tiene límites éticos o morales con tal de alcanzar sus ambiciones personales y que, escondida tras la representación popular, es corrupta, se deja corromper y así se agranda la cadena del vicio, el delito y el gasto incontrolable que terminamos pagando los ciudadanos con mayores impuestos, los productores con mayores retenciones y el conjunto social con mayor inflación, esto es con mayor inmoralidad y falta de cultura del ahorro como fuente de protección para el porvenir o una nueva y mejor vida para los hijos.
Políticos corruptos e inescrupulosos, sindicalistas enquistados por años al frente de los sindicatos, empresarios desconfiados y varias veces estafados son una combinación letal para la pobreza, la indigencia y la marginación y cuando ya hemos llegado a ese estadio perdemos el sentido de futuro y buscamos en los placebos del vicio, la droga y el alcohol, el escondite a nuestra frustración y de allí al delito hay un solo paso.
Mayores entrenando a menores para que le hagan el trabajo sucio porque no van presos, chicos abandonados a su suerte, una fuerte pérdida de los valores de la familia que a diario destrozan los medios de comunicación con imagen de riqueza fácil, de sexo libre y música que subliminalmente inducen a la violencia y modifica los valores éticos de nuestra sociedad.
Esto cala profundo en todos los sectores sociales a lo que debemos sumarle los delirantes que pregonan su odio a la oligarquía sin saber que es y que, además, cosechan con su accionar más recursos que los propios oligarcas que denostan.
Nuestra sociedad está enferma, enferma de hastío, de mentiras, de dadivas que han hecho perder el valor del trabajo y con su pérdida se ha despojado de su dignidad y vendido a los planes trabajar, Argentina trabaja, madres y padres de familia y todos los modelos clientelares inventados o a inventar sin darse cuenta que en el fondo han vendido lo más preciado que tiene el hombre: su alma inmortal y su libertad.
No será ni a los tiros ni bajando la edad de la imputabilidad como volveremos a la seguridad sino con gobernantes probos que no hagan del show cotidiano una mentira constante ni de la promesa incumplida una norma de acercarse a la sociedad, sino desde la aplicación de la ley, la que está, la que tenemos y sobre todo desde el ejemplo, porque es en los lideres en que la sociedad se espeja sean estos políticos, sindicales, sociales o religiosos y si entre ellos pelean y se descalifican “nos devoran los de afuera”.
“La violencia de arriba, genera la violencia de abajo”; esta frase fue en el pasado lapidaria, esperemos que “la historia [no] vuelva a repetirse” como dice el tango, porque entonces, mis amigos, como dicen los jóvenes “estaremos en el horno”
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