miércoles, 3 de junio de 2009

Comunicar, comunicación*

* Del lat. Communicāre: Descubrir, manifestar o hacer saber a alguien algo.
Me había hecho el firme propósito de limitar mis opiniones a una frecuencia de, más o menos una vez a la semana pero en virtud de lo “Visto, Oído y Recordado”, me salgo de la vaina por contribuir a la confusión reinante y en voz expresa utilizo el verbo en la primera persona del singular por no esconderme en el “salimos”, porque, sencillamente, no existe.

Por Enrique García-Mansilla

Exagerar, (Del lat. Exaggerāre: 1: Decir, representar o hacer algo traspasando los límites de lo verdadero, natural, ordinario, justo o conveniente; 2) Encarecer, dar proporciones excesivas) en sus dos acepciones transcriptas, implican un aumento en el volumen de los hechos, o como sostiene el dicho popular “hacer de andaluz”, magnificando hechos y/o circunstancias.

La filosófica frase: “pensar es exagerar” puede ser correcta, ya que cuando entramos en la vorágine de los pensamientos, imaginación y sueños pueden entreverarse en ellos.

Que no hubiéramos imaginado que lo que escribiera Julio Verne pudiera llegar a concretarse, submarinos, vueltas al mundo en 80 días, etc., en la época en que se publicaron sus novelas, seguramente sus contemporáneos lo atribuían a una “exageración” de su imaginación literaria, por citar algo popular pero, ni que decir de Da Vinci, G. Green, Galileo y otros que maravillaron con sus escritos e invenciones, por lo tanto, tomemos con cuidado los conceptos y comparemos esto con nuestra realidad.

Entre otras cosas, la tecnología nos ha bendecido con la amplitud informativa a través de ese maravilloso medio que es el “cable”, permitiéndonos estar informados desde diversos puntos de vista, según la línea editorial de sus diversas señales, e inmediatizando los hechos que ocurren en nuestro país y el mundo.

Es tan así que hoy, a sus conductores se los reconoce como comunicadores y/o periodistas y, a los operadores en el terreno, antes” movileros”, como operadores periodísticos en el lugar de los hechos, y es aquí donde se me produce el corto circuito.

Hay dos formar de comunicar, al menos las que vienen al caso para mi intención, la primera: limitarse a transmitir el o los hechos que ocurren, por ejemplo: “Cayo al mar un vuelo de Air France que despego de Brasil con destino a Francia, viajaba con 228 personas a bordo y se desconocen las causas del accidente, hay preocupación en la empresa que está haciendo los máximos esfuerzos para localizar el aparato e informar a las familias de los pasajeros , las consecuencias del accidente”, la segunda, informar analizando; esto es ya algo más complejo, porque el análisis de las circunstancias por las cuales debe haber ocurrido un accidente de esta magnitud requiere: (a) conocimiento técnico; (b) pericia; (c) experiencia; (d) profesionalidad; (e) investigación y análisis; en fin, un sin número de cualidades que la tienen aquellos que han sido especialmente capacitados para determinar las causas de este tipo de accidentes accidente.

Vemos como, en el caso narrado, tanto la empresa Air France, como los organismos de seguridad vinculados con la aviación aerocomercial, hasta la fecha no han expresado ninguna opinión respecto de las causa del accidente.

El hecho es de suma importancia para que, con banalidad, sea informado sin un previo análisis o investigación de las causas: 228 vidas humanas están mediando, entre las causas y sus consecuencias. Esto, en buen romance ser “prudente”.

Desde conocido el hecho ejemplificado arriba, todos los “comunicadores” se han transformado en especialistas en accidentes aéreos, todos “especulan” y “exageran” la información a la que, se le agrega un poco de sal y pimienta: “viajaba en el avión el Dr. Pablo Dreyfuss, hijo del famoso publicista argentino, que era reconocido experto en temas vinculados al tráfico de armas, terrorismo y drogas, lo que hace suponer que el accidente haya podido ser fruto de un atentado terrorista, presunción que no ha sido descartada por el diario Le Figaro de Francia”.

Recordemos que nuestros comunicadores vienen de haberse transformado en una suerte de especialistas en epidemias, endemias, pandemias, y catástrofes sanitarias, o algo así parecido, con motivo del Dengue, el Virus “A”, como lo son también de seguridad, crisis mundiales, y cualquier objeto que permita brindar la mejor información, “en vivo y en directo” con el “mejor análisis de los hechos”, a cargo de expertos comunicadores.

Por lo tanto, la versión moderna de la frase filosófica, podría ser “comunicar es exagerar”, antes había dos tipos de prensa, la seria y la amarilla. Había información periodística y análisis de los expertos, había otra que necesitaba de la sangre, el escándalo y el dolor y/o adversidad para poder transmitir la noticia, hoy, como en “la vidriera de los cambalaches, se ha mezclado todo”, el sensacionalismo ha reemplazado a la cordura y la sigla de un canal de noticias, da, de hecho, la idoneidad de los especialistas.

Crea o reviente, pero piense, es decir exagere, pero utilizando el sentido común: ¿puede usted, yo o el resto, sin importar el grado de conocimiento e ilustración que tengamos decir: lo leí en el diario, lo escuche en la radio o lo vi por televisión?

Yo no me animo, tengo miedo de “quedar pagando y pegado”, ya que generalmente las “fuentes bien informadas” no son otras que la imaginación del comunicador del momento que, escondido tras esa frase puede y, de hecho lo hace, decir cuanta barbaridad se le ocurra, ya que, con esto se llena espacio y se enloquece al presunto informado, llevando en su exageración pánico, dudas, sofismas que, terminan por desinformar, informando.

En el mundo hay una crisis, en nuestra sociedad hay una crisis, la prudencia es aconsejable, para no ser funcionales a los predicadores del caos o los propiciadores del cambio que nunca llega.

Respetemos al soberano. “Mea Culpa”

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