lunes, 28 de septiembre de 2009

Derechos humanos / Humanos derechos

Tres millones de argentinos entran y salen diariamente de la Ciudad de Buenos Aires a través de los diversos accesos a la ciudad, tres millones de argentinos padecen diaria o periódicamente el martirio de llegar a sus trabajos y regresar a sus casas.

Por Enrique García-Mansilla

Los resabios del proceso y los inicios de la democracia han ido generando una suerte de confusión, cada vez más pronunciada, en que la democracia es sinónimo de que “todo vale” o que cualquier intento de poner orden en las actividades públicas de las organizaciones gremiales, piqueteras (sociales) o políticas activistas es una flagrante violación a los derechos humanos.

Si tomamos la definición de A. Lincoln sobre democracia diríamos que es el gobierno del pueblo y para el pueblo y no una justificación de la anarquía y el desorden. En nuestro países este último concepto el que asimilamos a democracia, por lo tanto, cualquier grupo, sea este sindical, político, piquetero, estudiantil o revoltosos puede, con la indiferencia de las autoridades, apoderarse del espacio público y perjudicar a miles de hombres y mujeres que quieren ejercer sus derechos a transitar, trabajar y circular por el espacio común, en definitiva vivir en paz y tener la tranquilidad de salir a la calle y poder caminar o circular por ella sin tener que planificar el camino como si fuera una “búsqueda del tesoro”.

Tres millones de argentinos entran y salen diariamente de la Ciudad de Buenos Aires a través de los diversos accesos a la ciudad, tres millones de argentinos padecen diaria o periódicamente el martirio de llegar a sus trabajos y regresar a sus casas.

Accesos, puentes, autopistas son los enclaves preferidos de los que por alguna u otra razón creen que pueden manifestarse prohibiendo o restringiendo la circulación de muchos, lo que nos permite decir, al revés lo que Churchill expresara “nunca tan pocos hacen tanto daño a tantos” con la anuencia y distracción de las autoridades, en este caso nacionales, ya que el Gobierno de la Ciudad recurre a la Justicia en cada oportunidad que estos hechos se efectúan y, en muchos de ellos se anticipan, con resultados que están a la vista.

Orden, según el Diccionario de la Real Academia Española implica: “Conjunto, cuerpo y sociedad de los caballeros que profesan las armas con autoridad pública bajo las leyes universales dictadas por el pundonor de las gentes y aprobadas por el uso de las naciones”

No sé, porque no soy ni abogado ni constitucionalista si hay alguna prelación de derechos, pero el sentido común me indica que, un grupo, cualquiera sea este, no puede ni debe imponerle al conjunto de una sociedad sus prioridades, porque si así fuera no sería la ley y su cumplimiento un pre requisito de la Republica y sus valores constitucionales.

¿Podemos verdaderamente tener Derechos humanos “integrales y no parciales” con seres humanos que no son derechos, esto es cuando se conduce con la mentira, el engaño estadístico, la corrupción institucionalizada, la justicia asustada y las instituciones prostituidas?, cada quien responda a esta pregunta según su concepción de la ética y la moral individual que, en definitiva se transforma en la ética y moral que públicamente ejercemos.

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