martes, 28 de diciembre de 2010

FIN DE UN CICLO

Se acerca fin de año, mientras en los principales países de la región se vive este acontecimiento con paz y esperanza, sobre todo por las bonanzas que ofrece la economía internacional para los países subdesarrollados, nosotros nos debatimos en un clima de indignación, preocupación y recelo que torna preocupante el futuro, inciertas las circunstancias que hemos de enfrentar y, sobre todo huérfanos de una estructura política que nos de tranquilidad en lo interior y seriedad en lo exterior.

Lula da Silva dejara la Presidencia del Brasil el próximo 1° de enero, culminando con un ciclo exitoso de 16 años de presidencias progresistas, dicho esto en términos literales y no políticos, que iniciara Fernando Henrique Cardozo y que permitió la inclusión de cerca de treinta millones de brasileros a las clases medias, con un proceso de crecimiento tanto en lo industrial como en lo agrícola ganadero que no tiene precedentes en el mundo.

Tanto Cardozo como Lula no dudaron en seguir el modelo de Delfim Netto uno de los Ministros de Hacienda más vigorosos que tuvo la dictadura militar brasilera que duro desde 1964 hasta 1985.

Brasil hoy, tiene pretensiones de potencia mundial, y verdaderamente esas pretensiones están avaladas por su evolución política, su racionalidad económica y, por su capacidad de evolución social y, de seguirse estas políticas y profundizarse sus objetivos, no será extraño ver al Brasil con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como pretende o formar parte de la mesa chica de las grandes potencias como es el grupo de los siete.

Con 21 años de dictadura militar, fuerzas parapoliciales, exclusión de la izquierda en la participación política, y el dictado de una Constitución hecha a medida en 1967, Brasil es hoy un país que gobierna sin traumas ni limitaciones en el uso de las facultades de la ley que le otorga a las autoridades constituidas de los poderes necesarios para proteger no solo el orden social, sino también generar condiciones económicas favorables a la inversión interna y externa, es mas hoy el Brasil a través de dos organizaciones de fomento se ha transformado en un fuerte inversor en países de la región y otros del Caribe e incluso los EEUU.

¿Qué podemos sacar en conclusión de este Brasil de hoy y del que dejara Lula el próximo 1° de Enero en manos de su ex Ministra Dilma. Rousseff?

Desde la caída de Collor de Melo en los inicios del proceso democrático, Brasil aprendió la lección de la Institucionalidad, hecho fundamental para el asentamiento de un sistema político estable, seguro y cuya continuidad era la base de todo el sistema económico social que debía desarrollarse.
Continuidad en las políticas, esto es aquellas políticas que, en todos los campos del quehacer nacional, contribuían a generar una mejora en las condiciones sociales, sean sanitarias y educativas o económicas, producir cambios que las mejoraran y no hacer borrón y cuenta nueva.

Perseverar en las políticas de desarrollo económico que posibilitaran la generación de riqueza y la inversión que amplié cada vez más la capacidad instalada no solo de las industrias sino de los sectores productivos primarios y de servicios como verdaderos motores de la inclusión social y, para ello un férreo concepto de seguridad jurídica como respaldo insustituible del proceso de inversión y crecimiento.

Una política internacional firme, independiente y profesional, hoy mundialmente reconocida que ha llevado coherencia y seriedad a todos los foros y en todo el accionar de política exterior del Brasil.

Ocho años gobernó el Brasil este dirigente sindical de izquierda y que dejara el poder en los próximos días con más del 80% de consenso popular en su país, dirigente que no dudo un segundo, en sus últimos meses de Gobierno, de meter bala al narcotráfico enquistado en las favelas para dejar un Brasil limpio para que en el se puedan desarrollar dos acontecimientos mundiales de una inimaginable capacidad de ingresos e inversión: El Campeonato Mundial de Futbol y la Olimpiadas de 2016.

No estuvo su gobierno exento de cuestionamientos, la prensa en general fue muy dura y critica con el y debió sortear varios escándalos de corrupción, no obstante ello, en lugar de ensañarse con la prensa, declaro que la mejor ley de prensa era no tener ley de prensa.

Nada le impidió a Lula ayudar a aquellos que por su estado de pobreza debían ser socorridos por el Estado, pero si algo ha tenido en claro este dirigente, es que la ayuda debías paliar las necesidades mínimas, no ser clientelar y sustituirla rápidamente con el impulso del crecimiento económico motivado por una constante inversión interna que expanda la capacidad instalada y una apertura a la externa que genere nuevas alternativas de negocios en su país.

Como producto de una sociedad desigual, fragmentada, con una larga historia de intervencionismo militar, Lula aprendió la lección de la democracia y la republica e hizo honor a la divisa que reza su bandera: Orden y Progreso.

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