miércoles, 10 de diciembre de 2008

Crimen y castigo

Escribe Enrique García Mansilla

En “Crimen y Castigo” de Fedor Dostoyevsky, un joven estudiante de derecho y protagonista de la historia, pretende situarse más allá del bien y del mal cometiendo el homicidio de una vieja usurera. Mediante este acto él trata de probarse que es un hombre superior al que le está permitido transgredir la ley sin importarle la ley moral. Crimen y Castigo refleja esa antinomia constante entre el bien y el mal, lo consiente y lo subconsciente, el relativismo de la moral y la objetividad de la ley.

En los casos de los jóvenes y menores involucrados no tienen el nivel cultural del personaje de Dostoyevsky pero si comparten la pretensión de colocarse por encima del bien o del mal, en algunos casos estarán impulsados por una mentalidad psicopática y otros será por las condiciones de marginalidad e indigencia a los que están sometidos y que, refugiados en la droga, el alcohol y de familias ignorantes, no ven otra alternativa de vida.

La mala alimentación, la dejadez a lo que estos menores están sometidos por circunstancia que les son ajenas, los lleva a que sus edades cronológicas no estén de acuerdo con las psicológicas, por un lado; por otro, una fuerte sensación de resentimiento por la vida que han llevado y el futuro que les espera lo llevan a un desprecio de la propia vida que los torna insensibles en la consideración de la vida ajena.

Por otra parte, políticos sostienen la tesis de una baja substancial en la edad de punibilidad de los menores bajo una fuerte presión de la opinión pública. La Ministra de la Corte Dra. Carmen Argibay ha expresado hasta con ejemplos ridículos estas actitudes tendientes a la baja de la punibilidad de los menores.

Teorías, tecnicismos, interpretaciones sociológicas, psicológicas lo cierto es que se ha instalado en la ciudadanía que la seguridad es una teoría, ya que el sadismo y desprecio por la vida humana es cada vez mas acuciante y que los Jueces no están a la altura de las circunstancias, liberando u otorgando libertades a personas que, con independencia de sus edades, deberían estar apartadas de la sociedad.

La realidad es que el delito siempre estará presente, ya sea porque vivimos en sociedades paupérrimas o excesivamente demandantes, pero está presente en las desviaciones de los hombres y mujeres que hacen de la delincuencia una profesión, no obstante ello, hay cosa que se pueden hacer por parte de la dirigencia política para controlarla, prevenirla y rebajarla a niveles que, como en nuestro país, no tengan la impunibilidad escandalosa que se observa.

Todo esto dentro de un fuerte contexto de inclusión social, serio, no demagógico, que trabaje sobre las familias, la vivienda y la alimentación y obviamente hacer de la educación obligatoria una realidad concreta y no una exclamación política electoralista.

Argentina solía ser un país con elevados índices educacionales, eficientes grados de progreso y alta movilidad social, que a través de la cultura del trabaja permitía a las familias generar futuro e integridad para sus hijos, quizás deberíamos mirar hacia atrás en la historia no muy lejana y analizar seriamente el “porque” de este avance tan profundo en las bases de la delincuencia.

La polarización de la discusión es inoportuna e inoperante, hay siempre puntos medios que pueden resultar más eficaces, por ello la legislación que se necesita no es una discusión política entre oficialismo y oposición, sino una cuestión técnico-profesional que debe presidir con seriedad el debate.

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