Por Enrique García-Mansilla
En este breve párrafo hemos reducido quizás una de las mayores transformaciones de la humanidad, generando una bisagra en la historia, con una nueva moral, un nuevo sentido ético y un nuevo fundamento para justificar los mandamientos que Dios entrego a Moisés milenios7 7antes.
Este hecho debería hacernos reflexionar a todos los hombres y mujeres, creyentes o no, sobre el rol que la dirigencia debe asumir en la conducción de los pueblos, en momentos en que, la crisis se presenta como un nuevo Sodoma y Gomorra moderno, que frente a estos nuevos dioses modernos, la riqueza fácil, la mediatización de la frivolidad, la venta de placebos para serenar espíritus convulsionados, como la droga, el alcohol y el ruido desmesurado, llenan mentes y espíritus alejándolos del concepto fundamental de prójimo con el que deberíamos sostener nuestras vidas.
Curiosamente este Cristo no vino a acusar o a condenar, muy por el contrario, vino como ofrenda de perdón y como ejemplo de convivencia social, a través de la oración colectiva y la ejemplaridad de las vidas ordenadas y simples, en donde los valores del esfuerzo, el trabajo y la solidaridad individual adquieren para su tiempo y su posteridad, una valoración importante en la construcción de los valores humanos.
Esta semana Santa coincide con una de las crisis más grandes que enfrenta a la humanidad, donde no solo se entrelazan sus efectos financieros, económicos, políticos y ecológicos, es decir no hay tópico de la sociedad que no esté tocado por este fenómeno que estamos viviendo y que los Gobiernos no atinan a contener, pese a sus denodados esfuerzos.
Miramos diariamente con atención a los movimientos bursátiles, la situación de las grandes empresas y bancos, leemos estadísticas sobre los comportamientos de los índices de desempleo, caídas en los productos brutos de las diferentes naciones, inyectamos cantidades inusitadas de dinero a los mercados económicos intentando frenar la avalancha de la desconfianza y revertir esta crisis que no deja de sorprender y, más aun de castigar no ya los bolsillos de los inversionistas sino la vida del hombre concreto, en un mundo de grandes diferencias, entre los que pueden y los que tienen contra aquellos que nada tienen pero que terminan siendo los perdidosos de esta circunstancia, pero que revertida tampoco comparten la mesa de la bonanza.
Por lo tanto los marginados de ayer, son las victimas de hoy y, seguramente seran los desposeídos de mañana, cuando esta hecatombe se revierta.
Las iglesias se han manifestado, no como partidos políticos, sino como agentes morales de la sociedad que, ven en sus feligreses la angustia de la circunstancia y la crispación a las que están sometidos los ciudadanos que, ajenos al debate político, ven que la dirigencia solo buscan el poder sea este directo o indirecto.
Los líderes mundiales, al igual que los nuestros se enfrentan entre sí tratando de buscar las soluciones o aportando sus visiones de los problemas, las sociedades mientras tanto, como espectadoras de estos hechos tratan de sobrevivir al torbellino de la crispación, la angustia y el miedo que estas situaciones generan.
Muchos dirían “paren el mundo que me quiero bajar” y más aun en nuestro país en donde vuelan acusaciones, insultos, descalificaciones permanentes, que enturbian las relaciones sociales y las llevan hasta el punto crítico del cuestionamiento.
Debemos pues volver a los valores tradicionales, a los del conocimiento, a la valoración de la experiencia como guía para los que se inician, a la moderación y austeridad en los comportamientos, en las palabras, a discutir ideas y no descalificar personas, ya solas se han de descalificar aquellas que lo merezcan y, esa descalificación tendrá su público repudio, de allí la necesidad de la ejemplaridad de aquellos que han recibido el mandato de administrar los recursos de todos, que deben ser utilizados en beneficio de todos y no de intereses espurios, electoralistas y personalistas.
La política además de ciencia, es arte, la ciencia la analiza como un mecanismo critico de expansión de las ideas y las ambiciones legitimas, el arte es su realización pero no de cualquier manera, sino sobre la base de las necesidades de los pueblos en cada circunstancia histórica. Para ello hay que percibir, leer los mensajes de la sociedad y actuar en consecuencia, sin por ello claudicar de las ideas, hoy por hoy tan enrarecidas y confusas.
Han ocurrido hechos importantes en nuestro país, no todos los que salieron a acompañar los restos del ex Presidente Alfonsín eran Radicales, o admiradores de su confusa gestión de Gobierno, pero reconocieron en su persona una realidad que ha quedado de manifiesto con absoluta claridad, la honestidad, la austeridad y una modalidad de confrontación educada, moderada y no descalificatoria, que es lo que está demandando nuestra sociedad hoy.
Por lo tanto, quienes creen que pueden alzarse con ese legado se enfrentaran con la realidad de sus propias acciones, este ya pertenece a la historia, y una vez que se entra en ella, deja de ser de un sector para integrar los bienes de la nación toda.
En estos próximos días, sugiero mucho silencio, acallar las voces del enfrentamiento, recordar el mensaje de la redención y su costo, para que cada quien, desde el punto en el que se encuentre haga su pequeño examen de conciencia y, pensando en los representados, actué con la moderación que ellos están exigiendo, es decir, quitar la crispación de la sociedad, para que libre de ella pueda ejercer uno de los mayores valores del hombre concreto: la libertad, sin condicionamientos y obstrucciones.
No olvidemos que Cristo fue manso y tolerante, hasta que vio a los fariseos en la casa del Señor y allí, sin medias tintas expulso a los que habían usurpado en lugar sagrado de la oración. Este templo hoy está representado por las almas de miles de ciudadanos que sientes que su templo está siendo invadido por la mezquindad y la autocomplacencia.
Que el próximo domingo de Resurrección, nos encuentre a todos exclamando, desde lo más profundo de nuestro ser: “Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis… in gloria Dei Patris.”
A mis amigos, a mis lectores, a todos aquellos que me rodean cercana o lejanamente, les hago llegar, en esta semana mis mejores deseos de felicidad en estas Pascuas tan especiales que nos encuentra con mucha turbación, confusión y temores y que encuentren en el mensaje que ella nos da, la paz y la tranquilidad necesaria para enfrentar los desafíos del futuro con fe, con esperanza y, sobre todo con solidaridad y calor humano, y, siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor, espero que “sepan perdonar mis ofensas”, “como yo deberé aprender a perdonar a aquellos que me ofendieron u ofenden”
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