miércoles, 31 de marzo de 2010

PASCUAS DE RESURRECCION

¨Os doy un nuevo mandamiento –dice el Señor- que
os améis unos a otros como yo os he amado”

Jn 13,34

Con el paso de los tiempos, las Pascuas han dejado de ser un motivo de recogimiento, de unidad familiar y oración comunitaria, para transformarse en una fecha más de vacaciones y alejarse de las actividades cotidianas. El hombre, ha dejado de analizar y pensar qué significado tiene esta conmemoración y cuál ha sido el verdadero mensaje que Cristo ha dejado entre los hombres y que ha producido un viraje substancial en la sociedad humana, tanto desde su nacimiento hasta su aparición pública, predica, muerte y resurrección.
Ya se han encargado los apóstoles y sobre todo los evangelistas en narrarnos lo que fue la vida y muerte de Cristo, yo quiero ensayar una interpretación más mundana, menos religiosa o, tal vez menos teológica de estas celebraciones que se nos presenta.
Nuestro mundo, el hoy cotidiano está lleno de egoísmo, materialismo, consumismo, y tentaciones mediáticas que nos acercan a los placebos de la modernidad con el sexo fácil, la droga y el alcohol de acceso fácil, el desenfreno a un mundo en donde una gran parte de nuestra población sufre hambre, indigencia, desempleo y sobre todo de sospechas por el prójimo, pasamos también de la sospecha a la injuria de la injuria al distanciamiento y nos olvidamos de algo tremendamente esencial, la condición humana, esa condición humana que encaro el mismísimo Cristo cuando, por voluntad de Dios se hizo hombre y, habitando entre los hombres predico con la palabra, el ejemplo y que, finalmente termino entregando su propia vida para la redención de nuestros desaciertos y nuestros males de la carne y del espíritu.
No eligió el Hijo de Dios a los hombres más destacados de su tiempo, eligió simplemente hombres, como nosotros, con mezquindades, temores, traiciones y temores, los entreno, esto es les predico, les mostro un camino alternativo, sin atajos, en donde la verdad se transformara en el camino más corto, en la realidad tangible y así, en sus mensajes de bienaventuranzas los alentó, en la parábola del sembrador les mostro el camino de la conversión, en la del buen pastor el valor individual de cada ser humano que alejado del rebaño lastimaba sus sentimientos, en el tirar la primera piedra, la propia conciencia y, sobre todo en el valor del perdón divino, la posibilidad de redimirse ente las afrentas producidas asimismos, al prójimo y a Dios.
Mostro también su debilidad humana, cuando días previos a su martirio y muerte rogo a su padre, “aparta de mí este cáliz”, pero que asumió con valentía y sufrimiento santo porque allí radicaba el valor de la redención humana.
Previo a su martirio, reunió a aquellos que lo seguían y en la cena pascual, finalizadas las tradicionales celebraciones judías, tomo los dos símbolos más caracterizados de su época, el pan y el vino y, repartiéndolo entre los suyos, les dijo: “tomad y comed todos de él, porque este es mi cuerpo” y luego, alzando la copa les dijo “tomad y bebed todos de ella porque esta es mi sangre”, sangre que horas más tarde empezaría a derramar por el perdón de nuestras faltas e hizo más, los ordeno, les ordeno a estos hombres sencillos, comunes, como cualquiera de nosotros que “hicieran eso en su conmemoración” de forma que su cuerpo y alma permaneciera entre nosotros por lo siglos de los siglos.
Comprendió el Señor que esto no era suficiente y ya resucitado se apareció ante sus apóstoles, ante los que temieron y lo negaron, ante los que se escondieron por miedo, ante los que dudaron de su realidad resucitada y los ungió con el espíritu de la fuerza, la tenacidad y la convicción final y definitiva, que les imprimió el carácter y los impulso, ya sin miedos, ya sin desconfianzas a salir al mundo y sumar a los hombres a esa maravillosa cruzada que hoy conocemos como la Cristiandad.
Sin tan solo doce hombres, llevando un mensaje de concordia, de paz, de amor de redención pudieron cambiar la historia del mundo, ¿Por qué nosotros no podemos imitar con nuestras conductas esos logros?, ¿Por qué no podemos dejar de enfrentarnos y encontrar en el dialogo que se escucha, en la templanza de nuestros espíritus e ideas las virtudes del prójimo?
Nuestra argentina, cristiana por origen, católica por convicción, nacida bajo la cruz de Cristo pero amplia en la recepción de credos, orígenes y razas no puede ensayar, no quiere ensayar un poco de tolerancia, no busca en los ejemplos del evangelio la concordia y sus gobernantes no ejercen el poder con vocación de servicio y, apuestan a la mejor materia prima que nuestra nación tiene que es “el prójimos” esas gentes que todos los días salen a la calle en busca de pan, que es sinónimo de trabajo y una copa de vino que es sinónimo de su sufrimiento.
Vaciemos los shoppings, olvidémonos de las playas, no perdamos tiempo con los huevos de pascuas o las roscas, simplemente junto a nuestras familias meditemos el momento que estamos viviendo y, empecemos por perdonarnos, como dios nos perdona e intentemos pidiéndole a Dios perdonar a aquellos que nos ofenden, de forma tal que desde lo mejor que tenemos, nuestro espíritu, encontremos la paz que da concordia, la paz que ayuda a la comprensión, la paz que anula el hostigamiento, la paz que modera el lenguaje, la paz que tanto pregono Cristo y que por cuyo motivo se inmolo en la Cruz.

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