Por Enrique García-Mansilla
No es casual que esto ocurra, los placebos que nos alejan de la realidad presente, y de las perspectivas futuras, nada claras y positivas, operan como cortinas de humo sobre la sociedad que cree, en virtud de la propaganda oficial, que la argentina está bien y que, si llegase a estar mal o peor es debido a la crisis externa y no a los desatinos internos.
Otro placebo, pero esta vez mucho más serio y preocupante es la inseguridad, sobre este tema han copado el centro de la escena Susana Jiménez y Marcelo Tinelli, citado por periodistas y ministros en la polémica de pena de muerte si, pena de muerte no, en la cual se ha entreverado el Ministro de “Injusticia”, “Derechos Humanos Parciales” e “Inseguridad” Dr. Anibal Fernández que, barajando estadísticas nos quiere hacer creer que nuestro país es más seguro que cualquier país de América o Europa.
Pocos periodistas tratan este tema con la seriedad que corresponde, entre ellos Nelson Castro, Joaquín Morales Sola y unos pocos mas que, tratan de crear una conciencia de que la inseguridad es un flagelo instalado en nuestra sociedad y, que con independencia de lo que ocurre en otros lados, no puede justificar que las autoridades Nacionales o Provinciales no actúen con firmeza para darle al menos un paliativo al robo, el asesinato, las violaciones y los raptos.
Resulta repugnante que este Ministro Nacional, frente al reclamo del Jefe de Gabinete de Ministros de la Capital, responda que es un “vago”, con independencia de su color político o de su posición con relación al tema, ya hemos expresado en anteriores notas que hay ciertos límites que un funcionario de ese nivel no debe pasar, no importa cuanto sea presionado por la prensa o los comentarios de los responsables de otros distritos.
El nivel de educación del Ministro Fernández es el fiel reflejo del nivel de educación de su gobierno, y de su mentor don Néstor Carlos Kirchner.
Todos, absolutamente todos los ciudadanos con algún criterio queremos una educación pública seria, eficiente, formativa y, sobre todo digna, fue una característica de la argentina del primer centenario y hasta la destrucción que comenzó con Ongania, fue un ejemplo no solo para América sino para el mundo, su calidad y excelencia eran incuestionables, en los cuatro niveles de formación, las sucesivas crisis económicas y las alquimias económicas realizadas para paliarlas proletarizaron la educación, la justicia y todos los estamentos de la burocracia publica denigrando a sus integrantes con sueldos de hambre y, por sobre todo con clientelismo político.
No fue la gestión de la década del 90 la que destruyo la estructura del estado, ni las privatizaciones, decir esto es de un facilismo casi necio, la destrucción del estado es un proceso lento y largo que comienza muchos años antes y que, tiene su reflejo hoy en la prestación de los servicios más elementales que un estado tiene que proveer. Imagínense que para obtener un DNI se demora cerca de 8 meses a 1 año, que acceder a un pasaporte es una tortura, efectuar un trámite en las oficinas públicas un parto, hacer una denuncia en una comisaria un calvario, que queda pues para las cosas más importantes, mejor dicho, lo que queda para lo más importante es la coima, la corrupción y el amiguismo, como bien lo ha reflejado el Fiscal de Asuntos Administrativos, en el largo texto de su renuncia al cargo y, del que hemos tomado conocimiento recientemente, poniendo en blanco y negro lo que es un secreto a voces en la sociedad argentina.
Hay desigualdades que se corrigen, las económicas, porque los temas de dinero se resuelven con dinero, hay otros que no hay dinero que los resuelva. Si analizamos la educación nos encontramos con uno de ellos, podremos pagarles bien a los maestros, pero si no se ve en la educación un camino de superación, con una nación que con seriedad encare y fomente programas de inversión, para que haya crecimiento económico estable y consistente, no estaremos incentivando la teoría del esfuerzo y por lo tanto, la plata fácil, escondida detrás de un arma será el camino que seguirán aquellos que piensan, sienten y ven en sus entornos que el esfuerzo no retribuye, por más que desde el gobierno se citen estadísticas y guarismos que nadie cree y que ya nadie le da el más mínimo crédito.
La argentina está a la deriva, y lo peor es que quienes mandan, o deberían gobernar creen que todo está bien y solo los desaciertos del mundo nos están haciendo padecer problemas que no merecemos.
La gente tiene miedo, al desempleo, a la inseguridad, a la prepotencia política, a la corrupción manifiesta, a las arengas mentirosas, a las promesas y planes incumplidos, en fin a la prepotencia e ignorancia de quienes nos gobiernan. Pero el miedo no es sonso, emite pequeñas e imperceptibles señales que nos ayudan a protegernos, y esas señales se han de transformar en acciones que, un día de estos harán que la ciudadanía diga basta y allí, no sé qué es lo que nos han de deparar. Solo puedo definir esta sensación con las palabras de Perón, recuerden que dijo “cuando el pueblo pierde la paciencia, hace tronar el escarmiento” y ya no seran los dirigentes los que encabezaran las demandas sino que será con la cabeza de los dirigentes que estás se pondrán de manifiesto.
Para concluir, quiero contar una experiencia personal, que creo ilustrativa de cómo se manejan los diversos sectores del estado y sus funcionarios en la aplicación de la ley.
La Ley 24.043 me faculta para solicitar al estado un resarcimiento por haber sido secuestrado, puesto a disposición del Poder Ejecutivo y procesado por la dictadura militar en un juicio que termino con mi sobreseimiento definitivo, mediante dictamen fiscal en 1981, luego de haber estado detenido cerca de 19 meses, por Subversión. Aconsejado por amigos hice la presentación correspondiente en la Secretaria de Derechos Humanos en una oficina especialmente dedicada a ello. Mi caso no requiere de mucha investigación, ya que el mismo fue incorporado en la acusación a las Juntas efectuado en la gestión de Alfonsín y los comandantes fueron condenados entre otros por la detención ilegal que yo y otros sufrimos durante el Proceso. En la apelación, los abogados de los Comandantes atacaron este punto y la Corte Suprema de Justicia confirmo estos hechos como causales para su condena. Yo fui testigo de la fiscalía en ese proceso.
10 meses después de la presentación, recibo una nota de la Secretaria de Derechos Humanos instándome a que me presente en un Hospital Nacional, Municipal o Comunal para que se constaten las lesiones que pudiera tener por el tratamiento recibido durante los tres meses de secuestro en la cárcel clandestina de Campo de Mayo.
Cuando recibí la citación mi primera reacción fue de indignación pero, rápidamente pase de ella a “cagarme de risa”, y esto es absolutamente literal, ¿Por qué?, porque los moretones de algunos golpes no duran treinta años, como resolví mi problema de dentición, no lo demore treinta años, el médico psiquiatra al que consulte, murió hace quince años, por lo tanto para acceder a los beneficios de esta ley, no es suficiente que haya sido ilegalmente privado de la libertad, procesado con la complicidad de Coroneles que están muertos, jueces que están muertos, o funcionarios militares que están condenados por los delitos cometidos, o en vías de serlo.
O sea que para recibir un reconocimiento que la ley establece, debo llegarme a la Secretaria de Derechos Humanos de rodillas y con los codos ensangrentados, o sea echo “mierda”, o lo que es peor, conseguirme un medico amigo que trabaje en un Hospital Público y me haga un certificado a medida, o le tire algunos mangos a algún médico que se muere de hambre con el sueldo que gana por trabajar en la función pública, cosa que no haría por propio respeto y por respeto a la integridad del médico.
Así maneja Fernández los Derechos Humanos con su Secretario Duhalde, ya que si en lugar de hacer yo la presentación hubiere ido a ver a Doña Hebe de Bonafini, y le hubiese pedido su asistencia, este expediente hubiera caminado como un soberano “pedo”, porque es ella la que maneja los Derechos Humanos en el país, y quizás sí, me hubiese costado unos mangos.
Qué bonitos son los discursos, que duros son los hechos, pero como en el caso de marras, todo es así, hay que sacar patente de corsario o ser chupamedias del poder para que las leyes que corresponden aplicarse sean aplicables a todos por igual.
Como esta anécdota, pasa en todos los órdenes de la vida argentina, y es por ello que, lentamente los argentinos estamos perdiendo la paciencia, y, en algún momento diremos basta y saldremos, como lo hicimos en otras ocasiones a aplicar el escarmiento que este gobierno se está ganando día a día.
No se confundan, no falta mucho, es mas el propio gobierno está haciendo grandes esfuerzos para que sea más temprano que tarde.
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