viernes, 24 de octubre de 2008

Ahora que volvió el silencio, quiero homenajear a J. I. Rucci


Por Enrique García-Mansilla

Habiendo pasado ya la atropellada mediática sobre el asesinato del metalúrgico Jose Ignacio Rucci, quiero hacer, en este articulo una manifestación personal e intima sobre mi pensamiento sobre su brutal asesinato y las implicancias que el mismo tuvo y las repercusiones que sobre el mismo han aparecido en los últimos tiempos.

Como todo joven interesado en la política tuve el honor de conocer a muchos gremialistas, entre ellos a Rucci, pocos meses antes del regreso de Perón a la argentina. Compartía el entonces Secretario General de la CGT los planes que su líder traía a la argentina en su regreso: La Unidad Nacional y la construcción de un fuerte frente Nacional y Popular, que para nada implicaba uniformidad de pensamiento, sino una Unidad sustentada sobre la base de dos o tres principios básicos, que alejara de los argentinos la política de enfrentamiento que los había tenido en diferentes veredas durante décadas.

Recuerdo un hombre sencillo, convencido de sus pensamientos, absolutamente leal a su líder, tranquilo en el coloquio y, sobre todo un hombre de saber escuchar, que más que refutar las opiniones de su interlocutor, le gustaba analizarlas y, tratar de encontrar conceptos comunes para que esa idea de Unidad Nacional fuese una realidad y no un enunciado. No por ser afable no era firme en sus convicciones y determinado en el momento de actuar en defensa de lo que él creía eran los legítimos reclamos de los obreros a los que representaba, desde su alta investidura gremial.

No tenía una personalidad encantadora, pero si una actitud que invitaba al interlocutor a conversar sin tapujos porque, de lo que no carecía Rucci era de inteligencia, picardía y experiencia, y usaba esos tres atributos sin tapujos o falsas actitudes. Era un hombre recto.

Su muerte o mejor dicho su masacre, tuvo en su momento una trascendencia y un valor altamente político y significativo, el intento de pretender doblegar a Perón de las intenciones que motivaron su regreso a la argentina luego de 18 años de exilio.

Perón por su parte, viejo, enfermo y habiendo cosechado la experiencia de tantos años de vida en Europa, no había dejado de ser Perón en absoluto, pero como hombre pragmático supo adecuar y modernizar su pensamiento a la nueva realidad de los años setenta, muy lejanas a aquellas del 46 y diferentes de las que le toco liderar durante sus gestiones al frente de la Presidencia de la Nación.

Quienes recordamos la reunión en Nino no podemos olvidar quienes estuvieron sentados en esa mesa, que no fue otra cosa que un encuentro de amplitud política que, por la multiplicidad de partidos y personas que allí concurrieron, me atrevo a decir no tenía antecedentes en la historia política y desagraciadamente no volvió a repetirse hasta nuestros días.

Juan Domingo Perón, el General, no vino al peronismo, vino a la argentina y esto no es un juego de palabras es una realidad que algún día la historia sabrá leer en su justa dimensión.

En esa argentina, José Ignacio Rucci, amparó al viejo General con su paraguas, todo un símbolo de protección al líder que venía a acordar, a unir, a confrontar y no enfrentar, al hombre que como bien el dijo en su segundo regreso, “vengo con el alma descarnada, a flor de labio” no a tomarse revanchas del pasado sino a poner, junto a sus adversarios, la piedra basal de la Unidad Nacional moderna.

Allí, murieron los antis de cualquier naturaleza y sus propagadores fueron los que los enterraron y ese entierro de las antinomias quedo sellado en el abrazo que Balbín y Perón se dieron, luego que el primero saltara el cerco.

Rucci era uno de los arquitectos de Perón en esta nueva construcción. Esto le costó la vida porque los Montoneros no podían permitirse un Perón conciliador sino uno combativo que les diera marco a su accionar subversivo, allí esta la razón de la masacre que sufrió José Ignacio Rucci en la operación que estos delincuentes subversivos denominaron peyorativamente “Operación Traviata”. A mi juicio, y es tan solo una especulación de mi autoría, allí Perón comenzó a morir.

Con relación al asesinato de Rucci motivo de este articulo, pienso ¿Por qué la Justicia no pudo avanzar en la investigación y un periodista pudo escribir un libro y entrevistar a aquellos que estuvieron cerca de la planificación de su asesinato y sus motivaciones”

Con la reapertura del proceso de investigación del asesinato del ex Secretario General de la CGT tenemos la esperanza que la memoria comience a enderezarse, y que el sistemático accionar subversivo bajo Gobiernos Constitucionales, defina estos atroces crímenes contra la legalidad constituida sean declarados tal como corresponde de “lesa humanidad” y sus perpetradores sean juzgados y condenados acorde con sus crímenes aberrantes, por más que no le guste a la Sra. Hebe de Bonafini, representante política de los delincuentes subversivos, en actividad y financiada con generosidad por el Gobierno de los Kirchner y asesorada por el hijo ejemplar Dr. Sergio Shoklender.

La justicia pareja no es rigurosa decíamos cuando éramos chicos, ahora de grandes debemos decir: la memoria parcial, sesgada no es memoria, forma parte de la estrategia de lucha de los subversivos que no pudiendo ganar con las armas lo hacen a través del engaño, la sensibilización confusa de la sociedad y jóvenes que no vivieron esas épocas y, por supuesto, del encaramado político que han venido construyendo desde que se enfrentaron a la dictadura militar.

Espero que la Justicia en estas circunstancias analice y valorice adecuadamente este hecho, de forma tal que otros, producidos por la guerrilla montonera, ERP o FAR, puedan reabrirse y la justicia sea pareja para todos aquellos que cometieron delitos aberrantes que lesionaron el cuerpo social argentino y podamos, de alguna forma, cerrar este capítulo negro de la historia argentina.

Rucci hizo historia en vida, que su muerte haga historia hoy y ponga a la verdad sobre la realidad nacional y calle la boca a aquellos que, con la ametralladora en mano, pretenden hacernos creer que defienden los Derechos Humanos.

Resulta altamente curioso que, Néstor Kirchner, que ahora se acuerda de Perón en sus discursos como Presidente del Partido Justicialista, haya logrado en tan poco tiempo dividir al peronismo, llenarlo de montoneros que el General expulsó por imberbes de la Plaza de Mayo y no tenga reparos en buscar el enfrentamiento social sin tomar las lecciones de aquel que no deja de ponderar cada vez que se pone un micrófono en la boca y que, además, permita que su aliada la Sra. de Bonafini, enlode la memoria de aquellos que, sin dudarlo, dieron la vida por Perón.

(El suscripto no fue, no es y no será Justicialista, milito en el MID en vida de A. Frondizi y compartió la idea Desarrollista del Movimiento Nacional)

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