lunes, 27 de octubre de 2008

Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina…


“Con la democracia se cura, con la democracia
se educa, con la democracia se crece”

Pte. Const. 1983/89, Raúl R. Alfonsín”

Por Enrique García-Mansilla

“La Nación Argentina inicia hoy un nuevo periodo constitucional, que las circunstancias han convertido en comienzo de una nueva era. En sus aspectos concretos, este comienzo está colocado bajo el signo de la normalización institucional: hoy se instala en todos los poderes del gobierno, a hombres elegidos por el pueblo y se reponen las instituciones que señala la ley”


Con estas palabras inició Arturo Frondizi su Gobierno Constitucional el 1° de Mayo de 1958, no sabía El presidente Frondizi que, no solo iniciaba un periodo de reconstrucción democrática sino que, simultáneamente estaba dando comienzo a un periodo muy turbulento de la República, que entre procesos democráticos y golpes militares llegaríamos a octubre de 1983 en donde Raúl Ricardo Alfonsín, con el 51,7% de los votos, accedería a la Presidencia de la Nación, con la esperanza de que su mandato fuese un acto distintivo de aquellos que lo precedieron y que estuvieron signados por la dominación del partido militar fundado por el Gral. Uriburu en 1930.

Este nuevo periodo Constitucional esta signado por la disolución del Partido Militar, producido por el agotamiento de las Fuerzas Armadas en la lucha antisubversiva, el fracaso de su política económica y, la derrota frente al Reino Unido por la Guerra de las Malvinas, lo que brindaba la esperanza de que, por vez primera la democracia, como sistema de convivencia política, venia para quedarse y el amparo Constitucional le devolviera a los argentinos el ejercicio pleno de sus derecho y obligaciones, sin estatutos o reglamentos que la sustituyeran.

Alfonsín por su parte fue el primer presidente en la historia argentina en poner en el banquillo de los acusados y frente a la justicia a los Comandantes Militares que se sucedieron en el poder entre 1976 y 1983, aunque debió enfrentar asonadas de oficiales militares de segundo rango, como así también una última escalada subversiva, con el ataque al Regimiento de la Tablada, efectuado por las diezmadas fuerzas subversivas que fueron tremendamente derrotadas.

Salvo en lo relativo a los Derechos Humanos, el Juicio a las Juntas Militares, el Gobierno de Alfonsín se caracterizo por ser una gestión altamente conflictiva, en lo económico, en lo social y en lo internacional, a raíz de los coletazos del conflicto de Malvinas. Una pesada deuda externa, una situación económica interna bastante convulsiva y su enfrentamiento con el establishment sindical, opacaron la gestión de este hombre que hizo de la ética y la solidaridad, uno de los pilares fundamentales de su gestión. La sociedad sintió que por vez primera y en muchos años, la ley, comenzaba a ser una institución utilizada para gobernar en lugar de la fuerza de las armas.

Los conflictos económicos, los elevados índices inflacionarios para finalizar con una cruel hiperinflación fueron los derroteros que debió enfrentar Alfonsín en todo su mandato, obligándolo a entregar en Gobierno con seis mese de anticipación, ante el sorpresivo triunfo de Carlos Saúl Menem, en las elecciones llevadas a cabo en 1989. Alfonsín empezó a tambalear, en las elecciones legislativas de 1987, cuando su gestión sufrió un importante revés electoral.

La historia, seguramente será benévola con Alfonsín, por su apego a los valores democráticos, por su vocación por la lucha de los Derechos Humanos, por haber enfrentado a sus antecesores y colocarlos en el banquillo de los acusados y por los esfuerzos ingentes para resolver los conflictos pendientes con la República de Chile, aceptando las conclusiones de Juan Pablo II en el conflicto por el Beagle y por haber sido entre sus pares Brasileros, Uruguayos y Paraguayos, los que pusieron la piedra basal de los que luego sería el MERCOSUR.

Presionado por Menem, Alfonsín acepto firmar el pacto de Olivos que posibilitaría la reforma Constitucional de 1994, la que otorgo la tan pedida autonomía a la Ciudad de Buenos Aires y la reelección del mandato presidencial, entre otras reformas.

Las cuatro experiencia democráticas que hemos vivido desde aquel octubre de 1983, no le han dado a la argentina la estabilidad económica y el desarrollo esperado –con la argentina se crece- tampoco ha podido adoptar un sistema educativo que, al igual que la cruzada sarmientina eduque al soberano –con la democracia se educa- y, por supuesto, no se ha podido desarrollar una salud pública que contenga a las clases más desprotegidas, lamentablemente lo único que hemos realizado es la pauperización de la sociedad –con la democracia se cura- tal como todos aspiramos a que así fuera, en aquel épico 1983, en donde la generación de argentinos a la que pertenezco esperó encontrar el fin de las antinomias y el nacimiento de una Nación seria y duradera.

Hoy nuestra argentina, por lo menos aquellos que la sentimos como propia en varios sentidos de su historia, no podemos explicar cómo y porque estamos viviendo estos momentos en los que la inseguridad, con su combinación de crimen y narcotráfico, la económica que pulula entre la lucha del campo, la confiscación de los fondos de los jubilados y la corrupción generalizada, la educativa, con la proletarización del maestro y el nacimiento del docente, que desde la lucha sindical paraliza la educación de nuestros hijos, el enfrentamiento como metodología de poder, cuando el distinto no es mi adversario sino enemigo, entonces lo margino de lo que la ley manda, manejando las relaciones institucionales con la billetera y no con la ley y los dictados Constitucionales.

Por ello, pongo mis esperanzas en que hagamos aquello dijeron nuestros padres fundadores y, que no es otra cosa que: “por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino; invocando a la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina”

No es esta la argentina que tenemos, no es esta la República que gobiernan los Kirchner que quieren poner de rodillas al federalismo, al que se le debe una coparticipación digna, que con la corrupción y la confiscación, estructurada en un discurso pseudo progresista quieren hacer del país su coto privado político, entorpeciendo y flagelando a sus adversarios, en lugar de cumplir el verdadero mandato de nuestros padres fundadores.

2 comentarios:

Horacio Ricardo Palma dijo...

Estimado Enrique, siempre ando por aquí, en silencio, leyendo cosas inteligentes.
Quería aprovechar esta oportunidad, para agrederle que haya puesto mi blog entre los "amigos".
Atte
Horacio R. Palma

Horacio Ricardo Palma dijo...

je, allí debía decir "agradecerle", claro.