lunes, 24 de noviembre de 2008

El precio de la soberbia



“Más fácil es escribir sobre la soberbia que vencerla.
(Quevedo)

Escribe Enrique García-Mansilla

A poco de conocerse que Rafael Nadal, el tenista número uno del mundo, no integraría el equipo español, la prensa especializada o no, los medios de difusión, deportistas en general y la actitud de nuestro equipo en la Copa Davis, daban por descontado que la Argentina obtendría el máximo galardón del tenis mundial.

Generóun exitismo tal que todos sin excepción pensamos que el enfrentamiento con el equipo de España era solo una formalidad. Se llenaron de comentarios elogiando las virtudes y capacidades de Nalbandian, Del Potro y otros integrantes del equipo nacional, y a destacar las falencias del equipo contrario que llegar al premio era tan solo un acto formal por el que había que atravesar.

¡Que dura es la realidad!, ni Nalbandian era el genio que no podía perder en los dobles, ni Del Potro era invencible, quedamos en las manos de un tenista de menor estatura, Acasuso, que peleo como un gladiador para mantener el orgullo nacional en su máximo exponente y su derrota no fue una derrota al tenista sino una derrota a la soberbia de quienes creyeron que esta final era un paseo mas por las calles marplatenses.

No soy ni tenista ni cronista deportivo que ya se llenaran la boca explicando porque y como se perdió, que la lesión de uno que el cansancio de otro, en fin, sin dejar la soberbia de lado nos costara decir que los españoles fueron simplemente mejores como equipo y mejores como individualidades, por ello se llevaron al viejo continente el galardón de la Copa Davis.

Esto me recuerda a otros actos deportivos o políticos en los cuales la excesiva soberbia ha sido y es la característica de muchos argentinos.

Basta recordar aquel grito triunfalista de ¡que venga el Principito! proferido por el beodo Dictador en plena guerra de las Malvinas, así nos fue, el principito vino y nosotros, aun con heroísmo nos comimos una paliza de aquellas.

O la cumbre Marplatense, cuando se reunieron los Jefes de Estado del Continente y Don Néstor no solo fomento la contra cumbre sino que se permitió retar al Presidente de los Estados Unidos.

Porque no la más reciente intervención de la PresidentA/E en las Naciones Unidas que, con sonrisa socarrona, critico las políticas del primer mundo y hasta se permitió calificar a la de USA como el efecto Jazz, permitiéndose recomendar nuestro modelo como el único que resuelve los problemas económicos del mundo.

Podríamos enumerar aquí innumerables dichos, gestos y definiciones sobre las actitudes soberbias de nuestros dirigentes y por contagio de nuestros ciudadanos, pero no lo creo pertinente, ya que la realidad, como en la Copa Davis será más rotunda que las palabras y que las anécdotas.

La soberbia tiene precios, uno de ellos es el ridículo que nos transforma en el hazme reír de los demás, porque con ella lastimamos, con ella nos alejamos de la comprensión de los problemas reales, con ella no ponemos lo mejor de nosotros para resolver, sea cual sea el problema que enfrentamos, por lo tanto pasamos a no ser creíbles, confiables y por supuesto elegibles para cualquier acción posible.

Veamos pues lo que está pasando en el campo político, carente de dialogo con la oposición, es mas la denostamos cuando intentan buscar puntos de coincidencia la descalificamos, miremos lo que paso con el campo y lo que ha sucedido a posteriori, que por penalizarlos estamos hipotecando el futuro, ni que decir de la seguridad jurídica y confiscamos las jubilaciones del sistema de capitalización o estatizamos Aerolíneas Argentinas y nos comemos una deuda de novecientos millones de dólares o anunciamos el tren bala que nunca haremos o que pagaremos al Club de Paris y ya estamos buscándole la quinta para al gato sobre la legitimidad de la misma, ni que hablar de los que quedaron afuera del canje, que ya nos pisaron unos millones de dólares.

En fin… un amigo mío poco creyente me suele repetir “no existe el cielo o el infierno, ambos están aquí, por lo tanto recibimos los premios cuando actuamos bien y pagamos las consecuencias cuando no lo hacemos bien.”

Estoy empezando a pensar que mi amigo, no esta tan equivocado finalmente, lo que me queda claro es que el papelón que hemos hecho en esta Copa, como aquellos que hace el gobierno, encajan en el dicho de Quevedo: “es más fácil escribir sobre la soberbia, que venderla”.

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