jueves, 13 de noviembre de 2008

Marginalidad, exclusión, inseguridad



“Un signo de desprendimiento es no considerar –de verdad- cosa alguna como propia.” (Forja, Escriva de Balaguer)

Muchos de aquellos que lean este articulo estarán tentados a borrarlo o pasarlo por alto entendiendo que la temática nos los incluye o no se encuentran cerca de zonas de riesgo en las cuales su integridad pueda estar comprometida, sobre todo aquellos que leen mis artículos con una orientación mas política o económica.

Pues, señores, déjenme darles una buena noticia, creo que igual pensó el Ingeniero Barrenechea la mañana que, junto a su hijo intentó salir de su casa y tuvo la sorpresa de un hijo baleado y él fusilado enfrente de su familia para perpetrar un simple robo. Hecho producido por un menor de 18 años de edad, perteneciente a una de las tantas villas o asentamientos que rodean a la capital o están localizadas en el conurbano bonaerense. Por lo tanto, esto le incumbe a usted más aún que la crisis económica global o las barrabasadas que hace nuestro gobierno a diario con el uso indiscriminado e impúdico con el poder.

Esto último afecta a sus intereses, esto otro afecta a su vida, la de su familia y la de sus hijos, de allí la importancia de las reflexiones que trataré de dar en este espacio en el que habitualmente me introduzco en sus computadoras o se publican en http://www.politicaydesarrollo.com.ar/ o en http://www.diario7.com.ar/ y en este blog.

Recuerdo años atrás, cuando discutíamos con amigos el tema de la droga y nos consolábamos diciendo que el nuestro era un país de tránsito lejos del consumo y de la fabricación, qué visión corta tuvimos; hoy somos un país de fuerte consumo y, además con una inmensa red de laboratorios clandestinos que ya no exportan materias primas sino droga terminada, como diría la PresidentA/E con valor agregado, con un fuerte impulso de inversiones extranjeras de origen Mejicano, es decir, con una importante contribución al Producto Bruto Interno.

700 villas circundan el conurbano y más de 400 asentamientos precarios, en ellos nacen, crecen y se desarrollan niños y adolescentes carentes de todo tipo de contención. Contención familiar, alimentaria, sanitaria, educacional y un altísimo nivel de escepticismo sobre su futuro, viven el día, desde pequeños ese grado de desesperanza y de falta de oportunidades, los lleva a la droga, que distorsiona aun más sus precarias situaciones, embotando sus cerebros y reuniéndolos detrás del paco y el alcohol. Para ellos no existen leyes, no existen límites, no existen otros códigos que aquellos que imperan dentro de sus hábitat, por lo tanto en la medida que crecen, sus juguete son los cuchillos, las puntas, las armas de fuego, que se ufanan de usar a discreción y sin ningún atributo moral que los detenga. Esto es una generalidad y, como todas, contiene una gran dosis de injusticia, ya que no es el ser humano malo por definición, sino que la realidad lo transforma y muchos son los que se salvan y sobreviven en la decencia y el esfuerzo.

Pero es innegable que, la delincuencia juvenil feroz está haciendo estragos en nuestra sociedad y llenando a la misma de temores e inseguridades que hacen que, en determinados barrios o distritos esto, haga imposible una vida tranquila y segura.

Últimamente los K se han ocupado de esto con fuertes críticas a los jueces garantistas que los reciben por una puerta y los largan por la otra o aceptan excarcelaciones que, por el origen de los delitos que las causan, son inadmisibles y curiosamente al poco tiempo de su salida ya están nuevamente por la senda del crimen, el robo o la pedofilia.

El debate, en cuanto a los menores está siendo dado en el marco de la edad de la punibilidad de los delitos y como toda cuestión vinculada con el derecho, hay justificativo científico jurídico para aquellos a favor o aquellos en contra. Analicemos desde mi condición de lego las dos ponencias.

Si el grado de madurez de un menor educado, alimentado, contenido por un entorno familiar normal es a la edad de 14 años, es de dudosa racionalidad en virtud del paso de la niñez a la adolescencia, cuánto más afecta a aquellos que carecen desde su nacimiento de los más mínimos elementos de protección familiar y social. No digo que no haya conciencia sobre el bien y el mal, simplemente estos valores que provienen de las conductas familiares y del entorno social, no son las mismas las de aquellos que viven en espacios de algún grado de contención social, que aquellos que viven en el hambre, la promiscuidad familiar y sin un sentido integral de familia, de allí que generalizar, en la baja de la edad de la punibilidad de los menores debe ser tratada con cierto grado de cuidado ya que las leyes deben ser generales y no pueden legislar para sectores ya sea económicos o sociales.

Existe la teoría, que a diario cobra mayor fuerza en el sentido de que la pena debe ser proporcional al delito con independencia de la edad del que lo comete. Esta es una teoría facilista, ya que hay una subyasencia de los que mencionamos en el párrafo anterior en cuanto a la actitud frente al delito.

Por lo tanto, el problema no es la edad o no de la impunidad sino que es lo que hace el Estado y la sociedad frente a estos hechos, antes que se perpetren y una vez perpetrados.

El antes, o sea la prevención requiere una toma de conciencia de que el Estado, debe hacer un mayor esfuerzo para proveer vivienda digna, condiciones objetivas económicas para que el acceso al empleo alcance a la mayoría de los hogares argentinos y sobre todo que la educación, con todos los componentes que la integran, llegue a todos los hogares, de allí la importancia de la educación pública y en esa importancia entran varios factores que, hacen que este intento educacional sea efectivo, es decir salud, alimento y un relevamiento social serio y conducente a los objetivos de integrar a grandes y chicos a la sociedad activa.

No es una tarea fácil ni rápida pero algún momento esto debe ser iniciado, colocando los subsidios en aquellos sectores que son el potencial de nuestra sociedad y no simplemente para compensar la rentabilidad de los amigos, sean estos empresarios, sindicalistas o simplemente amigos del poder.

Un país que crece y se desarrolla genera oportunidades; si sus leyes son claras y estables generaran confianza y con ella inversiones y con estas habrá mayores posibilidades de integración, pero debemos aclarar que la educación no solo debe estar dirigida a los menores sino también a los padres para incorporarlos al ciclo productivo con la formación para que las técnicas modernas les sean accesibles.

Estos menores en el ínterin, deben ser apartados de la sociedad, volver a sus hogares de origen es volver a más de lo mismo, a aquello que los llevo a la exclusión y por ende al delito como hechos naturales de su paupérrima situación social. Los establecimientos que estos menores deberán tener como destino no pueden, no deben ser simples cárceles, sino que deben poseer determinadas características que sirvan a un propósito de reinserción social, tales como desintoxicación en los casos necesarios, elementales tratamientos de salud y alimentación adecuada, manejados por profesionales especialistas que lleven a estos menores a la comprensión de los hechos que han protagonizado, deberán además darles herramientas.

Las confesiones religiosas importantes, tienen dentro de sus filas, organizaciones ordenadas y bien administradas para poder atender y evaluar esta problemática, ya que ellos están quizás más cerca de la gente que los gobiernos, no debemos descartar ONG’s serias que dedican grandes esfuerzos voluntarios, muchas veces sin recursos suficientes, para paliar este fenómeno que se recrudece día a día que es el delito de la minoridad que está adquiriendo una ferocidad inusitada.

Más que juristas o criminólogos los que deben trabajar sobre este fenómeno son los psicólogos y sociólogos porque esto es indudablemente un fenómeno de comportamiento social y como tal debe ser diagnosticado y tratado.

Llevar a las cárceles a los menores es, en el fondo, hacerlos acceder a una suerte de post grado del delito, por lo tanto en lugar de reinsertar a un individuo la estaremos perfeccionando.

Los que somos padres, sabemos, experimentamos las dificultades de educar a los menores en la edad de la adolescencia, ¿se imaginan ustedes, mis queridos lectores, lo que debe implicar un adolescente casi abandonado por sus padres, viviendo en hogares de carencias importantes, conviviendo con la promiscuidad, compartiendo gran parte de su tiempo con pares que sobrellevan el mismo diagnostico?, pues bien, es desde este ángulo que debemos reflexionar fuertemente esta problemática y, responder a los desafíos de la hora.

No soy garantista, no me olvido de las victimas ferozmente atacadas, a las familias desechas por el crimen o la violación, ellas merecen toda nuestra solidaridad y acompañamiento, pero ello no nos debería impedir pensar con objetividad.

Amaras a tu prójimo como a ti mismo, dice la Ley de Dios, ese amor debe ser algo más que una expresión sentimental o mística, debe verse en la realidad cotidiana, y la colaboración de empresas, individuos u Organizaciones Públicas y Privadas que deben aunar esfuerzos para resolver este problema, porque de no ser así, empezaremos a tomar la ley en propias manos y transformaremos a nuestra sociedad en el reino de la selva.

Que el dolor, la indignación y la pesadumbre no nos induzca a tomar medidas o caminos que, a la postre no resolverán el problema de fondo y dividirán a la sociedad entre propios y entenados y, de allí a la disgregación hay un solo paso.

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