domingo, 2 de noviembre de 2008

Por que justo ahora

Las AFJP debieron adherir entregando un bono v$n 100 c/u y recibiendo a cambio otro bono por valor v$n 25 y luego se se empezó a maquillar los índices del INDEC generando un default encubierto.

Escribe Enrique García-Mansilla

Desde que la PresidentA/E anuncio la nacionalización de los depósitos de las AFJP se ha desatado, al menos en los medios y entre diversos economistas, laboralistas y expertos en temas previsionales la discusión sobre qué tipo de sistema jubilatorio debemos darnos los argentinos y que rol debe cumplir el estado en cuestiones de esta naturaleza, es así como escuchamos: a) que el sistema debe ser íntegramente estatal; b) que es posible la coexistencia de un sistema estatal de reparto y uno de capitalización; y, c) cual debe ser el rol del estado hoy, frente al sistema jubilatorio a la luz de la fenomenal crisis financiera mundial y sus efectos en la argentina con relación a la protección de la solvencia jubilatoria del país.

No voy, por razones de espacio a detenerme a analizar cada una de estas ponencias porque además no importa, al menos en mi concepto, que países tienen uno u otro sistema, sea 100% estatal, mixto o de capitalización y que grado de éxito tienen con los sistemas adoptados.

Los ingleses tienen una frase que reza: “There is a time and place for everything” (hay un tiempo y lugar para cada cosa), por lo tanto lo que si me resulta importante es analizar si es este el tiempo en que el tema debe ser debatido, y si su oportunidad es la correcta, ya que a mi juicio, sea desde el estado o del sector privado, la visión sobre un sistema jubilatorio debe efectuarse a la luz de un plazo largo, en un mundo en que por la extensión de la vida de los individuos todos los sistemas tienden a tener su grado de complicación.

Hace tan solo un año atrás, los argentinos fuimos convocados por ley para elegir en que sistema jubilatorio queríamos estar, esta ley permitía quedarse en el sistema de capitalización, pasarse al sistema de reparto estatal y, finalmente, cambiar de Administradora si en la que nos encontrábamos no nos sentíamos bien atendidos, por otra parte, la ley limitó el máximo de comisiones que las AFJP podían cobrar a sus clientes.

La superintendencia de AFJP, ente regulador y control de este sistema, ha venido regulando desde su creación que tipo de inversiones debían efectuar estas administradoras y como debía estar constituida sus carteras, asignando porcentajes de las mismas a los diversos instrumentos existente en el mercado financiero, por lo tanto no estaban libradas al criterio de la administradora sino que debían seguir pautas que el estado establecía y controlaba.

Por otra parte es correcto que el estado contribuía con una suma importante para el pago de las jubilaciones de los integrantes de una AFJP y esto es debido al tiempo de vigencia del sistema vs. el tiempo de trabajo de sus adherentes. Ejemplo: un trabajador y/o empleado que con cerca de 15/20 años de servicios venia aportando al sistema de reparto y que, al aparecer el sistema de capitalización se trasladó a una administradora, es muy probable que alcanzada la edad jubilatoria haya aportado más al sistema de reparto que al de capitalización, por lo tanto la composición de su haber jubilatoria es mixto, percibiendo una porción del estado y otro de la administradora. Esto no quiere decir que el sistema de reparto salió en defensa del jubilado por fallas en el sistema de capitalización, simplemente se aplico la realidad.

Durante la primera etapa del Gobierno de Perón existían las Cajas de Jubilación, la bancaria, la metalúrgica y así sucesivamente, y fue allí cuando se unificaron las cajas y el gobierno advirtió que contaba con importantes cantidades de dinero que comenzó a destinar a otros fines e hizo perder la separación autárquica de las cajas del sistema presupuestario central. Perón, a quien este articulo pone como punto de referencia, inicio un proceso ya que los gobiernos que lo sucedieron continuaron con esta práctica y mientras nuestra economía entraba en los vaivenes de sus políticas económicas, echó mano a estos recursos en detrimento de las jubilaciones presentes y deterioro de las jubilaciones futuras.

Los fondos jubilatorios fueron, en cualquier signo político, un elemento utilizado por todos los gobiernos para financiar otros recursos del estado.
No escapo a esta metodología, perversa por cierto, el sistema de capitalización. Durante la crisis del 2001/2. El Ministro Domingo Felipe Cavallo literalmente manoteó los recursos de las AFJP y se los canjeó por bonos del Tesoro Nacional para financiar el déficit existente ante la falta de crédito del sistema financiero internacional que había dicho “no va más”. Luego vino lo que todos sabemos, la caída del Gobierno Radical y la posterior declaración formal del “no pago” de los compromisos externos que ya imperaba en los hechos y de allí en adelante el colapso. Esta situación se mantuvo hasta la administración Kirchner, en que se efectúa el plan de cancelación de la deuda impaga mediante el plan que se denomino “canje”.

En ese canje, las AFJP debieron adherir entregando un bono v$n 100 c/u y recibiendo a cambio otro bono por valor v$n 25, perdieron en este acto el 75% de los recursos preexistentes a la opción Cavallo, perjudicando los ahorros de los accionistas. Estos bonos por el sistema de ajuste que tenían y para no perder valor, ajustaban por el índice de precios; segundo manotazo, se empezó a maquillar los índices del INDEC generando un default encubierto no menor en la valorización de las carteras de las AFJP.

El desempleo arrastrado desde la década del noventa y profundizado por la crisis, redujo substancialmente los aportes tanto del sistema de capitalización como de reparto, generando un nuevo problema en cuanto a los volúmenes de las AFJP que perdieron una importante porción de masa crítica, por lo tanto, comenzaron las fusiones, compra de carteras de las mas sólidas a las más débiles, en fin, una importante reducción de las prestadoras. Es de tener en cuenta que en este y/o cualquier otro sistema la masa crítica es de suma importancia para la eficiencia de estos sistemas a la hora de atender las jubilaciones y/o de canalizar las inversiones para una mejora de la rentabilidad, al menos en los sistemas de capitalización.

Por lo tanto, desde la década del 50 y hasta la fecha no existe gobierno inocente o distraído en cuanto a la pauperización de los fondos jubilatorios, ya que echaron mano a discreción de los mismos sin apego alguno a los resultados de sus acciones: miserables haberes jubilatorios, colocando a los jubilados en un estado de indigencia por falta de recursos para pagar el tan mentado y legislado 82% móvil, allá por el año 1963/65 durante la gestión del entonces presidente Arturo Illia.

Hasta aquí, casas más casas menos, hemos hecho una descripción objetiva de la realidad jubilatoria argentina. Podríamos condimentar este artículo con algunas otras cuestiones como el alargamiento de la vida humana útil, etc., que también tiene sus efectos sobre el sistema jubilatorio. Los actuarios tienen estos temas muy bien incorporados en sus cálculos y proyecciones para la determinación de cómo debe estructurarse la base de ingresos jubilatorio.

Veamos lo político, y lo económico en la coyuntura actual, para poder responder a algunos interrogantes que todos nos formulamos.

El mundo atraviesa una de las crisis financieras más profundas que se hayan visto, al menos por las generaciones con vida, esta crisis tiene dos factores que la alimentan: primero, el hecho fáctico de que el mundo financiero ha llevado a las sociedades a los consumos excesivos, los créditos inadecuados y a los manejos especulativos, con altísimo riesgo poniendo en juego la liquidez del sistema, su solvencia y la credibilidad de ahorristas e inversores; los Gobiernos están intentando llenar de liquidez y garantías el sistema financiero para generar confianza y hasta la fecha no lo están logrando. El impacto de la crisis ha sido tan fuerte que los aportes nacionales no alcanzan a resolver el segundo de los factores que están reflejados en la confianza y en las perspectivas de los individuos que no terminan de creer que los gobiernos estén haciendo lo suficiente para resolver el problema, por lo tanto hemos pasado de la volatilidad financiera a la volatilidad psicológica de los hombres y mujeres, afectando este hecho la economía real, el sistema crediticio mundial y por ende un fuerte impacto en la actividad económica que ha vivido esta bonanza sobre la base del crédito.

Si bien es de Perogrullo, pero las economías crecen en sus consumos, crecen en sus producciones y crecen en sus inversiones en aquellos países que existe el crédito, sobre todo el crédito a plazos, porque es así como se financian los bienes durables y semidurables, sin ellos es muy difícil el desarrollo de estas industrias y si tenemos alguna dudas, solo tenemos que mirar la experiencia argentina que se mantuvo décadas estancada por falta de crédito ya sea al consumo y/o la inversión y financiamiento en las industrias, sus clientes y proveedores. Por lo tanto cuando hablamos de “crédito” no estamos haciendo un insulto solapado sino una realidad insoslayable de la realidad económica.

Dentro de esa “política crediticia” los recursos de largo aliento han sido siempre, los recursos jubilatorios, ya que, los mismos siempre son fondos de largo plazo que mediante los sistemas de financiación a mediano y largo plazo generaban, entre otros, el fenómeno que les dio su nombre “capitalización” de las ganancias provenientes de las tasas de interés o de la diferencias de precios obtenidas en las actividades en que sus colocaciones se realizaban.

Por lo tanto estamos viviendo una soberana crisis financiera, crediticia y económica, sazonada con una increíble crisis de confianza y de perspectivas de incredulidad de la población.

Por ello ¿es este el momento, la circunstancia para efectuar la nacionalización de las AFJP?, ¿ha sido el gobierno veraz en su explicaciones de las razones?, ¿sobre la base de una coyuntura compleja difícil y traumatizante, tomamos decisiones sobre elementos cuya consecuencias tendrán efecto en 20 o 30 años?

El discurso estructurado por la PresidentA/E no es creíble. Los leídos, al menos sabemos que el próximo año se enfrentara una coyuntura difícil y seria en materia de deuda, en materia de nivel de actividad, en materia de desempleo, que el gobierno no tiene acceso a financiamiento y/o apoyo internacional y poco ha hecho para restablecerlo o merecerlo, el engaño crea expectativas negativas y mayores niveles de desconfianza, la población se pregunta y ahora ¿Qué más nos sacaran?, en impuestos, en ahorros, en trabajo, en futuro.

Hemos tirado nafta al incendio, y nos quieren hacer creer, en la dialéctica política engañosa que nos tienen que salvar, proteger y preservar, y de allí las decisiones abruptas, de allí que quieren que temas que deberían llevar tiempo de discusión y análisis quieran ser resueltos en días, horas, sin reparar lo que la sociedad quiere y espera.

El gobierno genera mayor nivel de crisis, y sus personeros pululan por cuanto micrófono se les acerca, tratando de convencernos que debemos agradecer al Gobierno que nos ampare, proteja y garantice el futuro.

Es de esperan que sea Dios o la Patria, demanden a los que así gobiernan y así actúan en medio de un problema global que se nos dice no nos afectara, cuando sus efectos ya se están sintiendo en la economía real, en la realidad de los ciudadanos quiérase o no se profundizara en los próximos meses.

Aunque estemos fuera del mundo, este ventilador que está repartiendo excrementos por doquier nos ensuciara a nosotros, estemos donde estemos.

Señora PresidentE/A, por favor no nos cuide, ante estos cuidados, preferimos la desprotección y cuidarnos solos o el derecho de equivocarnos y elegir quien o quienes deben velar por nuestro bienestar futuro.

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